viernes, 3 de junio de 2011

La dificultad de acotar la terminología deportiva

El léxico deportivo cuenta con el reconocimiento de filólogos y académicos por haberse desarrollado en los últimos años de forma sobresaliente y haber contribuido eficazmente al ensanchamiento del idioma español. No obstante, pese a esa incuestionable expansión, siguen existiendo diferentes criterios para delimitar conceptualmente qué es deporte y acotar su terminología.

Realmente ni los diccionarios (generales y de uso) ni las enciclopedias han sido capaces hasta ahora de ponerse de acuerdo a la hora de referirse a lo que significa la palabra deporte. Partiendo de su sentido original de ocio, recreación o pasatiempo, el término evolucionado hasta adquirir actualmente significados diversos como juego, arte, práctica, actividad o ejercicio físico.

Como señaló en un seminario sobre discurso deportivo celebrado en Málaga en 2010 el profesor Humberto Hernández, catedrático de Lengua Española y decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, las marcas y las definiciones en los diferentes diccionarios son dispares y parece que "al lenguaje deportivo todo le sirve, lo que le aleja de la deseada monorreferencialidad y objetividad que toda terminología centífica requiere".

En su opinión, es preciso acometer una "necesaria normalización léxica" en este campo, especialmente en lo que se refiere a deportes de masas, sobre los que todavía se echan en falta definiciones más atinadas y concretas que permitan "una adecuada codificación de los mensajes por parte de los periodistas y una interpretación correcta por los usuarios".

De esta forma, el Diccionario de la Real Academia en su vigésima segunda y hasta ahora última edición (2001), define el fútbol como juego mientras que, curiosamente, el fútbol americano adquiere la categoría de deporte. Igualmente, mantiene un criterio muy particular cuando califica como juego disciplinas como el tenis, el baloncesto o el golf; señala con la marca 'deporte' modalidades como el aeromodelismo, el alpinismo o el ciclismo; mientras define como arte la esgrima o la equitación.

Precisamente con el objetivo de fijar el campo semántico que abarca un ámbito tan amplio y diverso como el deportivo, la Asociación Sport Accord, institución con sede en Lausana (Suiza) a la que pertenecen 90 federaciones y 15 organizaciones internacionales sectoriales, ha enumerado las diferentes características que han de reunir aquellas actividades que pueden ser consideradas como deporte.

Ante la dificultad de encontrar una sola definición, aboga por una descripción de carácter "democrático" en la que se engloben tanto las disciplinas que se basan en el ejercicio físico, las que requieren un esfuerzo intelectual, las que dependen de vehículos a motor, como las relacionadas con la expresión artística, entre las que se sitúan modalidades que dependen de las calificaciones de jueces y en las que utilizan animales para su desarrollo.

A juicio de esta asociación deportiva, puede ser considerado deporte toda modalidad en la que haya un elemento de competición, que no haya violencia ni suponga un daño físico para ningún ser vivo o que no dependa de ninguna "suerte añadida" específicamente diseñada para obtener mejores resultados (valga el eufemismo). Esto es, según esta definición, se quedarían excluidos de la categoría deportiva modalidades como el boxeo (así lo considera por ejemplo el diario El País y lo explicita en su Libro de Estilo), determinadas disciplinas de combate, la caza o la pesca por el daño que pueden ocasionar y de hecho ocasionan; o bien actividades donde el objetivo no se sitúa tanto en conseguir y mejorar resultados sino sobre todo en realizar una actividad de ocio y de efectos saludables (senderismo o fitness).

El lenguaje deportivo necesita de una mayor normalización terminológica (empezando, como hemos visto, por la segmentación del concepto deporte) para seguir creciendo. Es cierto que no cesa de incorporar nuevas voces, significados y matices a los diccionarios, pero es precisamente ese cambio continuo el que lo torna cada vez más complejo y difícilmente abarcable, cobijando neologismos y dando pie a préstamos léxicos entre las diferentes disciplinas.

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